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miércoles, 19 de diciembre de 2007

UNA RELIGIOSA DE CERVANTES

(Mario Sánchez)

…lavarle los pies al muerto
para no ensuciarle el tapete a San Pedro.
Amparo Arcos

Hace unas semanas fui a escudriñar en una librería de viejo, estuve horas dando vueltas entre los libreros abotagados; las letras apolilladas saltándome a la nariz con ese olor a hojas húmedas, a páginas desgastadas por los ojos de otros que también se desgastaron de ser leídos. Encontré allí, gracias a uno de esos saltos que suele hacer la literatura en el tiempo y por los cuales lo anula, “El rufián dichoso”: la única comedia de santos de Cervantes, escrita alrededor de mil seiscientos. Primero, habría que aclarar qué es una comedia de santos: se trata de un género del siglo de oro español que tiene a bien representar los vicios, costumbres, situaciones o formas de ser de la sociedad, por supuesto, en torno al tema religioso que funge como base donde se desarrollan las situaciones dramáticas. El conflicto de la obra se da en una lucha de fuerzas del bien contra el mal, donde triunfa indudablemente el bien. Así, en este retrato social se intentan afianzar los valores establecidos, y en un sentido más profundo e individual, redime al hombre de desgarrarse ante la presencia de las pasiones oscuras. Podríamos decir simplemente que la risa le da levedad a los dolores del alma.

Devoré entonces “El rufián dichoso”. Con esa precisión magistral de Cervantes el título en sólo tres palabras encierra la línea argumental del texto, lo cual es maravilloso, pues se trata del título que cuenta todo pero no vende la trama. Es una comedia dividida en tres jornadas (actos) donde está perfectamente delineada la estructura dramática, marcadas claramente las peripecias sobre las cuales evoluciona y se va transformando el personaje: Cristóbal de Lugo (protagonista) es un joven hijo de un tabernero y criado del inquisidor don Tello de Sandoval, quien lo salva constantemente de pagar por todos sus delitos. Lugo, con su daga siempre en la cintura, se ha apoderado del respeto de todos los hampones de Sevilla, es asesino, ladrón, y vive enredado con las prostitutas, quienes le han tomado tal cariño y respeto que una de ellas (Antonia) piensa en hacerlo padre de una mancebía, entendida ésta en su acepción de burdel. El padre de una mancebía en aquel tiempo era lo que actualmente se conoce como padrote, es decir, aquel hombre que se sirve económicamente de las prostitutas a cambio de protección. ¿Padre=sacerdote, padre=padrote?, qué buena homonimia.

Por una situación (la cual no cuento como mero pretexto para invitarlos a que lean la obra) que en un principio me pareció débil, pero que de acuerdo con el carácter del personaje es completamente verosímil, el protagonista deja el hampa, va a México para convertirse en sacerdote y pasa impecablemente todo el proceso para lograrlo. Aparece entonces una mujer llamada Ana, la cual está enferma de lepra y ante el sufrimiento de su padecimiento reniega de dios con argumentos interesantes, aunque enervados por el conflicto y el evidente resultado. Aquí se desarrolla un diálogo donde la situación extrema incita a los personajes a discutir acerca de la bondad o la maldad de dios; ponen en tela de juicio la creencia y si tantos sacrificios y buen comportamiento valen la pena cuando al final viene dios a poner pruebas que tienen más cara de castigo. Sí, como lo que le sucedió a Job y que para otorgarle las palabras que le corresponden citaré un diálogo de Lugo: “¡Vive Dios, que es de humor el hideputa!

Finalmente, en un acto milagroso aquel joven, en un principio gran rufián, salva a doña Ana y adquiere la enfermedad. Bajo este milagro, los prelados que están a su cargo quieren colocarlo dentro de las más altas jerarquías eclesiásticas, pero él se niega, pues sabe que no lo merece y que lo que le sucede es el pago por los pecados cometidos en Sevilla. Vive veintitrés años con el cuerpo cubierto de llagas y al final de su agonía se presenta el diablo en espera de que Lugo reniegue de su fe y entonces sí, derechito al infierno. Sin embargo, el protagonista no se arrepiente y sufre lentamente hasta el último suspiro. Entonces sucede algo muy interesante que no contaré otra vez como pretexto...

Sin duda se trata de una gran obra que no podemos desdeñar simplemente porque la dicha se encuentre en el acercamiento a dios, no hay moraleja, por supuesto, sino una postura de acuerdo con la época. Estamos hablando de un contexto donde la inquisición estaba presente en España, y en México el proceso evangelizador estaba golpeando, literalmente, con fuerza. Estar en contra de leer algo que se pone a favor de los valores religioso, y por esta razón, evitar esta obra, sería en un momento dado permanecer ciegos ante aquello que funcionaría como base de la crítica que en contra de las religiones venimos realizando. No se trata de negar solamente, pues para alcanzar la crítica y la negación de la existencia de dios o para oponernos a las religiones es indispensable que busquemos la crítica desde el conocimiento, desde el análisis y el entendimiento de aquello a lo que nos oponemos. Así, considero esta obra un claro ejemplo que nos deja enseñanzas y puede servir de punto para encontrarle un defecto más al pensamiento religioso. Y tengo la certeza de dicha enseñanza porque este texto me proporcionó ideas para afirmar que la religión no evoluciona, que está estancada en el tiempo y está siendo devorada o se está devorando a sí misma, pues ante la evolución inexorable y perenne de la razón, la religión se queda atrás y no puede sustentarse. Y ahí va el por qué.

Ya para la primera mitad de mil seiscientos Descartes estaba tramando el racionalismo, corriente filosófica que ponía su confianza en la razón, las ideas o el pensamiento. La ilustración se planteó como un movimiento que tenía como base dicha confianza en la razón humana, la cual en su desarrollo implicaría el progreso de la humanidad. Y las ideas iusnaturalistas ya proponían la razón como capacidad crítica. En este proceso un fin primordial era deshacerse de la escolástica; de todo el sistema dogmático que permeaba a la humanidad y que bajo su yugo no permitía la evolución del hombre. Estos acontecimientos, iniciando por Descartes, quien en un momento dado justifica la existencia de dios, seguramente para salvar la cabeza de la inquisición, fueron un parte aguas en el progreso de la razón humana, pues a partir de allí el pensamiento fue creciendo hasta llegar a lo que hoy podríamos entender como razón y de los que ella se ha producido.

Por otro lado la postura religiosa se quedó estancada, pensando exactamente en lo mismo que se nos presenta en la obra de Cervantes: pensando en el sacrificio para ganarse un pedazo de cielo, pagando las culpas, aguantando las pruebas cara de castigo, etcétera: ¿Viviendo un infierno en la tierra para no ir al infierno? Entonces aquí, ya en concreto, lo interesante es cómo puede existir gente con ese pensamiento religioso ya tan arcaico.

El ejemplo claro, evidente que podemos traer a una situación actual, son aquellos que el pasado doce de diciembre se destrozaron las rodillas, caminaron forzando el cuerpo hasta el desmayo, llevaron a cabo actos de sacrificio para apartar un lugar en el cielo. ¿No es esto una muestra clara de cómo la religión está estancada y quienes la llevan a cabo viven en un razonamiento antiquísimo? El pensamiento religioso sigue siendo el mismo de hace alrededor de cuatrocientos años, siglos más si pensamos en la postura de san Agustín, y más aún si hablamos de los Estoicos. En cambio la razón allí va, a velocidades ilimitadas, evolucionando, exigiendo más de lo único que nos hace humanos: la razón misma. Es por esto que ante la razón, la enajenación religiosa se queda muy pequeña, porque la razón sigue creciendo mientras el pensamiento religioso ya se quedó muy atrás. Sabemos que el más grande siempre devora al más pequeño, y a veces, el más pequeño para evitar ser tragado, se devora a sí mismo.



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3 comentarios:

Anónimo dijo...

"...el pensamiento religioso sigue siendo el mismo de hace alrededor de cuatrocientos años..."

Desde que la humanidad existe, con ella ha cohexistido el pensamiento mágico, las explicaciones mágicas e irracionales y por ende, fáciles, cómodas. Una vez más te felicito por la calidad de tus textos tanto en el fondo como en la forma.

Anónimo dijo...

Resulta siempre interesante por lo inaudito, el pensamiento sigue siendo el mismo y el que exista, más que al hierba mala nunca muere, creo que además es debido a ciertas características camaleónicas que permiten a ese pensamiento mágico mantenerse vivo, la promesa de un ideal que en vida es por millones de razones imposible de lograr. Me pareció muy acertado tu último comentario, para evitar ser tragado se devora a si mismo, empezando por la razón y terminando con el cuerpo. Ha sido y seguirá siendo una de las vergüenzas más terribles de la humanidad

Mario Sánchez dijo...

Nunca me ha gustado opinar sobre lo que escribo o acerca de lo que otras personas opinan de lo que escribo, pues creo que los textos ya fuera de mi cabeza son es sí y para sí. Y esta vez no haré un excepción, pues la opinión que pienso dar, que quede muy claro, es la de otro lector más.

Estoy totalmente de acuerdo con que el pensamiento mágico existe desde la existencia de la humanidad, y para prueba allí están todos los mitos antiguos, no sólo los griegos, por supuesto, sino también, por ejemplo, Gilgamesh, el poema más antiguo hallado hasta la fecha, etc. Sin embargo creo que como tal el pensamiento religioso de alrededor de cuatrocientos años hacia acá no ha evolucionado en el sentido de que es justamente hace alrededor de cuatrocientos años donde el hombre comenzó a darle a la razón el lugar que se merece, es decir, la razón como primordial dentro del contexto del racionalismo, la ilustración, etc. Es en ese sentido en el que creo que podemos encerrar al "pensamiento religioso" dentro de un parametro más certero en el tiempo. Que, como bien dice Lila, es camaleónico y a cambiado en ciertas apariencias, mas no en el fonodo.

Sin duda es un tema interesante que habrá que seguir desmenusando.

Saludos y fuertes abrazos a todos.