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martes, 17 de noviembre de 2009

La ultraderecha clerical en un Estado laico.

Parto o cárcel
Por Jesús Silva-Herzog Márquez

Con velocidad inaudita, prácticamente en silencio se han reformado un buen número de constituciones de los estados. Una curiosa sintonía ha puesto de acuerdo a las más diversas legislaturas. El matrimonio del PRI y del PAN ha acelerado los cambios. No se trata de reformas constitucionales para que los estados hagan frente a la crisis económica; no son transformaciones institucionales para rendir cuentas a la ciudadanía; no son cambios para agilizar los procesos penales, para transparentar el uso de recursos públicos o para profesionalizar los órganos representativos. Son cambios que dan forma de ley al dogma religioso. PAN y PRI aliados en la demolición del Estado laico. 17 constituciones locales han seguido el dictado de la Iglesia católica para incorporar a su texto la consigna eclesiástica de que la vida humana empieza desde el instante mismo de la concepción y considerar al cigoto -antes inclusive de su implantación en el endometrio- como un ser humano con plenos derechos.

Las apresuradas reformas tratan evidentemente de cerrarle el paso a la despenalización del aborto como se hizo en el Distrito Federal. Se trata de impedir que una simple mayoría pudiera eliminar el castigo a quien termina voluntariamente un embarazo. Resguardar la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte tiene también por efecto cancelar la posibilidad de legislar en materia de eutanasia, asunto igualmente herético para los clérigos. Sacralizar la vida desde la fecundación hasta la muerte natural para arrancarle a los hombres el derecho de disponer de su cuerpo. No cuestiono que una agrupación religiosa considere que la vida no nos pertenece. Los hombres de fe pueden creer que nuestra vida es un préstamo de Dios y que no somos nadie para abreviar nuestro paso por el mundo. Pero un Estado laico no puede asumir esa interpretación del mundo para imponer a las mujeres el deber de aceptar los hijos que les caigan o para impedir que se auxilie a los sufrientes a bien morir.

El efecto de estas reformas en materia de aborto es gravísimo. No se trata solamente de impedir la despenalización sino de contrarreformas de consecuencias insospechadas. En los estados que han aprobado estos cambios, una mujer violada que resulte embarazada por la violenta invasión de su cuerpo no tendrá la opción de elegir si continúa o termina con el embarazo. Una mujer tampoco podrá decidir si sigue adelante con un embarazo que ponga en peligro su propia vida. El piadoso Estado le impone la obligación de parir. La irreflexión con la que se legisló es tal que México puede haberse convertido en el país donde existe la pena más cruenta contra quienes practican el aborto. Diego Valadés ha detectado el absurdo jurídico que se desprende de la conversión automática de una prédica religiosa en regla de derecho. Identificar la unión de dos células con la vida humana plena y equiparar el régimen de sus derechos es un absurdo monumental. Una mujer que por descuido ingiriera alimentos que provoquen la muerte del embrión deberá ser considerada homicida imprudencial. Si se provocara voluntariamente el aborto estaría cometiendo un homicidio con todos los agravantes imaginables y podría pasar 50 años en la cárcel. Pensemos, como sugiere Valadés, en los médicos que participan en procesos de fecundación in vitro. En el caso de que el manejo del material fecundado condujera a la muerte del cigoto, estaríamos igualmente en presencia de un asesinato, posiblemente de un asesinato múltiple. Se trata, pues, de monstruosas reformas apresuradas e irreflexivas que tienen como propósito congraciar a la clase política con la jerarquía católica.

Es entendible que las entidades de la República regulen de manera distinta el aborto. Ésa es una de las bondades del régimen federal: legislaciones a tono con el clima de la opinión local. No sería por eso extraño que en un país tan diverso existieran regulaciones distintas en esta materia tan polémica y tan compleja. Ése es precisamente el espacio que la Suprema Corte de Justicia abrió en esta materia: sean los estados quienes normen asunto tan delicado. Pero lo que hemos visto en semanas recientes no es el despliegue de la legítima autonomía local sino la imposición del dogma religioso sobre una clase política conservadora y oportunista. El conservadurismo religioso del PAN no es ninguna sorpresa. Lo es tal vez su incapacidad de vestir su fe con trajes seculares para redactar normas que no sean sólo compatibles con sus creencias sino propias de un Estado secular que no impone a todos el prejuicio de unos. Lo que resulta más aberrante es el oportunismo del PRI que difícilmente puede seguirse presentando como defensor del Estado laico después de esta abdicación. Con esta cascada de reformas, el PRI se ha convertido en la bisagra de la ultraderecha mexicana.

6 comentarios:

T.T. dijo...

El tema del aborto en un país como México donde la pobreza obliga a su pueblo huir para ser esclavo de los gringos, y vemos que sus representantes no cumplen con el mandato de buscar la mayor equidad en la distribución de la riqueza, en vez de abocarse a solucionar los problemas que causan desequilibrio emocional hasta matar a sus propios hijos y tal grado de problemas psiquicos que cada vez más un pueblo que se caracterizaba por su machismo manifiesto, en vez de parir revolucioanarios que cambien tal estado de desigualdad, no encuentra mejor solución que matar a sus hijos y aprobar leyes que permitan un nuevo tipo de sodoma y gomorra, ya superado ampliamente por la humanidad, al remitir ese tipo de vicio del alma a su mínima expresión. Ahoar vemos con alarma los que cumplimos con la ley de mayoría al haber superado las aberraciones del alma, al tener un grado de civilización en que nos cumplimos unos a otros en la LEY DE MAYORÍA, ya que se puede medir el grado de moral suficiente hasta entender el despertar de la consciencia, donde el rol del género específico que escogemos para desarrollar la vida, tiene parámetros de conducta específicos, y todo desvío de la norma que impone la ley de mayoría, es una aberración; así que la homosexualidad al ser una minoría debe acatar la ley de mayoría que ya ve esas expresiones como aberraciones del alma, al igual que el asesinato de los hijos aduciendo convencionalismos sociales.

Es hora que el pueblo mexicano vuelva a parir revolucionarios que los lleven a la lucha revolucionaria enarbolando las leyes inmanentes del hombre enmarcadas en la moral que despierta la consciencia, porque lo que veo aquí con estos reclamos para aprobar las aberraciones como el asesinado de los hijos y la homosexualidad por la calle del medio, merece mejores cruzadas, porque parece que se dieron por vencidos en la búsqueda de solución de los problemas que causan estas aberraciones; con estas leyes pretenden quemar el sofa, en vez de atacar la causa del problema que es la pobreza y la ignorancia de quiénes somos y para qué venimos, siempre cumpliendo con el impulso de progreso que nos lleva a ir siempre más allá, en la búsqueda de la felicidad que es facultad del espíritu.

iTinnitus - Moderador dijo...

¿Y si la LEY DE MAYORÍA se lanza de un puente?

Alfonso Romero dijo...

Según entiendo consideras "acertado" lo que la mayoría haga o piense. En un teatro lleno a reventar y ante el grito de ¡fuego! la mayoría se comportará estúpidamente y muy probablemente habrá una estampida más letal que la que el propio fuego pudiera generar. Actualmente la mayoría de las personas en el planeta creen en algún dios; somos una minoría quienes a través del ejercicio de la razón y el conocimiento hemos llegado a la conclusión de que no hay evidencias de que exista ningún dios pero la mayoría seguirá creyendo por la sencilla razón de que es más cómodo seguir creyendo que tomarse el trabajo de dudar y de investigar. La "mayoría" de las calabazas ruedan en bajada.

Timeo Thanatos dijo...

La mayoría alcanza la comprensión de LA LEY cuando adquiere la moral suficiente que logra el despertar de la consciencia, donde la muerte no se contempla como solución de ningún problema; así que usted nunca podrá lanzarce de un puente si tiene consciencia y menos encontrará quien lo siga si tiene moral, claro... ; la ley de mayoría se puede entender en que hemos logrado un estadio superior de moral suficiente, donde nos reconocemos como iguales en la búsqueda de bienestar social, como conquista de los humanos; que ya nos reunimos en sociedad para desarrollar los valores que se despiertan en cuánto tenemos la sensibilidad suficiente para reconocernos en el otro que también es nuestro hermano.

Un ejemplo del grado de progreso logrado por la humanidad que ya se reúne para desarrollar políticas enmarcadas en las leyes universales, es la de formar familia. Y en ese desarrollo cada miembro de la sociedad que conforma ese núcleo, reflejo de la sociedad como máximo progreso obtenido como humanidad, si consideramos que antes hasta nos comíamos unos a otros, es que cada miembro tiene un entendimiento de las cosas de manera tal que es reflejo de lo que esperamos sea como se satisfagan los requerimientos para poder convivir; así, aunque la minoría tiene derechos, ya la sociedad que se rige por parámetros de conducta enmarcados en la comprensión que hemos logrado de moral, que aunque es muy poco, es suficiente para quiarnos hacia mejores condiciones enmarcadas en las leyes universales; y es que no aceptamos el quiebre moral que supone lo que en el hogar demostramos al tener un rol específico los miembros que lo conforman.

Timeo Thanatos dijo...

Así usted no ve que el padre se pone pantaletas y se pinta las uñas; ni la madre se rasca la cuchara ni suelta cada taco que ni en los muelles.... no; nos regimos por conductas enmarcadas en la moral obtenida, y como reflejo de la sociedad les enseñamos a nuestros hijos normas que ya conquistadas las definimos en lo que cada espíritu viene a realizar según el sexo que elige para cumplir el juramento que se hace para entender el mandato de progresar. Y si la familia es el reflejo de la sociedad, podrá comprender que al ser la conquista de la humanidad que ya se reconoce iguales, es entonces lo que ya aceptamos como parámetro de la sociedad.

Claro que las minorías tienen derecho a expresarse y hacer lo que tienen en su comprensión de las cosas; pero también deben entender que como minoría no van a imponer a los demás sus conductas, que ya son rechazadas por la moral obtenida que nos despierta la consciencia; que nos identifica en la conquista de derechos donde los valores morales están por sobre cualquier capricho de los sentidos.

Vemos entonces que las sociedades que más desigualdad tienen, piden que se maten a los niños, en vez de desarrollar políticas que obtengan el derecho de los niños, esté garantizada la vida del niño porque si es verdad que la mujer es dueña de su cuerpo, también debe entender que es responsable de otra vida que no es suya y se gesta en su vientre y que la moral despierta permite que se entienda el amor; porque el trabajo es cumplir el mandato de entender la vida; más allá de los convencionalismos sociales; pero al darse por vencida la sociedad que no busca más y más derechos, prefiere matar niños que luchar porque la riqueza sea distribuidad de manera tal que nadie pase hambre o tenga que huir hacia países del primer mundo para ser esclavos del dominador, u opte por matar a sus hijos porque no tiene como mantenerlos; o como el caso del homosexualismo donde el espíritu se da por vencido y deja que la materia se regodee en la concupiscencia hasta que se sacie de los instintos más abyectos que llevan al ser humano a satisfacer placeres, cuando el amor es otra cosa.

Porque si así debemos entender las cosas donde ´el derecho de la mujer a hacer lo que le venga en gana con su cuerpo´ entonces también en las leyes que se buscan para matar niños, metamos el derecho de los hijos de matar a sus padres cuando estén viejitos y sean un fastidio al ser improductivos, o a los enfermos terminales que gastan mucha plata cuando el hospital tiene que mantenerlos vivos aún cuando se sabe que no van a salir de allí caminando por sus propios pies, o los negros y las mujeres y por supuesto los pobres que... hasta huelen mal. Empecemos entonces a pedir que se mate a todo aquel que no nos guste, u opine diferente, ya que eso de confrontar ideas es una ladilla, y es mejor acabar con todo pero ya!

Anónimo dijo...

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