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jueves, 1 de abril de 2010

Judas


El "Maestro" llamó aparte al más amado de sus apóstoles una vez que el resto dormía. Ahí, en medio de la bruma espesa que oscurecía aun más la oscura noche de Getsemaní, el nazareno miró fijamente a los ojos del Iscariote...
-Judas, mi bien amado, sólo tú podrás cumplir con esta misión, no hay otro entre los doce a quien pueda yo hacerle esta petición...
-pero Maestro- replicó el aludido con angustia, -lo que me pides es imposible-
-nada es imposible si es la voluntad de mi Padre, Judas mi bien amado, es menester que perezca en la cruz a fin de que la profecía tenga debido cumplimiento...-
-¡pero señor!-
-¡Judas!, no hay tiempo que perder, habrás de ir con las autoridades del Sanhedrín y revelarles mi paradero; la guardia romana me prenderá y seré llevado al suplicio y a la muerte como está profetizado...¡Judas!, no me traiciones, júrame que lo harás...

el Iscariote no levantó el rostro para no dejar ver el profuso llanto que le anegaba, únicamente asintió lentamente, resignado y se acercó a su amado Maestro; dándole un beso en la mejilla se volvió y emprendió el camino a Jerusalém. A lo lejos volvió a escuchar la voz del bienamado Maestro: -¡Judas, no me traiciones...!

ALFONSO ROMERO



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